Introducción.- Para aquellos que al mirar una espada, un yelmo, un escudo de armas, se elevan en melancólica exaltación. Han de recordar que estos caballeros tan enaltecidos en la literatura, el cine, la música. Son el aparato velico de quienes nos usurparon, de los que hasta hoy en día nos despojan de nuestra riqueza e identidad.
En la Av. Amazonas, a pocos metros al norte de la intersección con la Av. República; un monumento de piedra con la figura tallada de un templario es el guardián de una ruta sagrada y oculta.
Leyenda:
Desde hace pocas noches, las lluvias repentinas de Agosto anuncian la llegada del “mono” la constelación que hace vibrar al inmenso volcán Pichincha y lo convierte en una inmensa pirámide cuántica.
Este es el momento que esperábamos, cinco sabios de “Amaruka” la tierra de la serpiente: uno del norte, de la raza escarlata; otro del medio, de las islas de fuego; dos del sur, uno de la Patagonia y el otro del Amazonas; y yo, propio de aquí, del corazón del mundo.
Resplandece la noche y la lluvia humedece el viento, nos disponemos a nuestra obra: quien sigua la ruta antigua al monolito que indica el lugar donde el Apu del Pichincha enciende su vela, lograra encender su propio espíritu y obtendrá el poder directo de las estrellas.
Ingresamos escondidos a la ruta en el parque “La Carolina”, aquí donde en otra época dormía una laguna, existen aun camellones donde los quitus miraban las estrellas, debemos ir iluminándonos en cada uno de ellos.
Sigilosamente nos abrimos paso entre los árboles separados cinco metros uno de otro, de repente en la retaguardia grita el sabio apache , una espada atraviesa su cuello mientras una sombra pequeña y robusta se abalanza sobre los árboles, luego de unos segundos el primero de la columna, el sabio mapuche cae, lo encontramos con su corazón destrozado.
Nos escondemos entre las sombras sin perder la ruta, corremos al próximo monolito, una enorme cruz de piedra, aparece el guardián maldito, un caballero templario de piedra. El sabio guajiro invoca su fuerza, una destellante luz lo rodea, nos hace señas para que sigamos.
Ya casi llegamos a pocos metros de la roca del pichincha el sabio del guaramenani cae a mi derecha, su cabeza destrozada por el brazo de piedra, mi cuerpo se paraliza y me decapitan, quedo condenado a las sombras de este plano.
Cada noche desde entonces enciendo una antorcha en el misterioso camino, por si alguien llega a liberar nuestras cadenas.
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