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(leyenda) MARÍA ANGULA


ADAPTACIÓN DE LA LEYENDA QUITEÑA
Atardece en Quito, son las seis y el bus en el que viajo con mi abuela va repleto, todos van muy cansados especialmente los que no tienen un asiento, el ambiente se siente también cansado y huele mal. Al salir del túnel de San Juan , en la Av. Occidental, mi abuela señala un muro de piedra, sobre el cuál una antigua iglesia blanca se levanta, apunta con más énfasis su dedo y miro una cúpula redonda, al entrar al túnel de San Roque señala hacia otra construcción y puedo ver varias lapidas y cruces. En la oscuridad del túnel, su voz penetrante y melodiosa es lo único que se oye, ese es el cementerio del tejar explica; nadie hace bulla y empieza su relato:
En una de las casas junto al cementerio; cuando mi abuela era joven; vivía una señora muy sufrida, muy triste, demasiado flaca y en sus ojos siempre había dos ojeras negras, grandes muy grandes, se llamaba María Angula. Dicen que era de fuera de Quito, de una familia de dinero, pero por casarse tan joven y sin el consentimiento de sus padres la desconocieron. No tenía hijos y eran muy pobres, su esposo, Manuel de la Cruz, trabajaba de cargador en el mercado de San Roque.
Manuel llegaba borracho todas las tardes a su casa, y cada vez la golpeaba brutalmente reclamándole la comida para la cual no había dejado ni un solo centavo.
“Cierto día en el que maría gracias a la caridad de sus vecinas pudo cocinar la “sopa de la virgen” un caldo en leche con cebollas y pan, estaba ansiosa, feliz por dársela a Manuel. Lo espero toda la tarde, luego toda la noche, amaneció sentada a la puerta de su cuarto, mirando hacia el cementerio pero Manuel nunca llegó.
El llego a la tarde, como siempre pero tan indiferente y ausente que ni siquiera se fijo en María, ni en la sopa del día anterior. Cómetela tú le dijo, mientras se acostaba en  su cama.
Varias veces ya no llegaba a dormir, a veces dos o tres días se iba. María desconcertada extrañaba aunque sea sus golpes, cuando miraba su mísero cuarto se sentía como un mueble más, viejo, dañado, solo. Una vecina que la miraba sentada en el patio, llorando y sin existencia, le conto que habían visto a Manuel, muchas personas, allá en los chaquiñanes de la calle 24 de mayo, ahí donde las meretrices viven, con una longa que le decían “la Gloria Encarnación”.
La desesperación y angustia la ahogaron, la indiferencia de Manuel le dolía más que su maltrato. Salió corriendo a San Roque, justamente lo encontró al terminar de descargar un camión, se escondió y vio las muchas monedas que le pagaban; lo siguió a las piedras de lavar, Manuel allí se baño completamente, se peino y arreglo muy emocionado y bajo corriendo a la 24 de Mayo.
Una mujer de vestido rosado, ceñido a sus robustos senos y caderas salió de una cantina y Manuel se arrojo a sus besos, miles de pensamientos traspasaban la mente de María Angula, miles de sentimientos desgarraban su alma, reacciono y penetro al antro, supero los borrachos y las prostitutas y en un cuarto apartado los miro, ella sentada en sus piernas y él sentado frente a una inmensa mesa llena de tortillas con hornado, chochos con chulpi, choclos con queso. Salió a la carrera, como ida, sin llorar, sin lamentos, solo corría.
Ya en la tarde María Angula se dio cuenta que estaba en el cementerio del Tejar, sentada en una tumba había entrado a una extraña cripta para refugiarse de la lluvia vespertina de Quito, y había estado hablando con una misteriosa imagen de un ángel de osario:
-claro, el se va por la comida
-como no va a estar feliz si le dan hornado con tortillas, mote, tostado.
De pronto un gran bullicio la lleva a mirar a la puerta de la cripta, una procesión fúnebre miles de rezos, miles de canticos, mucho llanto y un ataúd nuevo acompañan su propio dolor.
María Angula regresa a su casa al terminarse el ultimo rayo de luz, Al abrir la puerta de su cuarto descubre a Manuel mal alumbrado por una pequeña vela que ya se extingue.
-Bueno mujer ¿Qué me vas a dar de comer?
María salta de contenta, le sonríe y con nuevos bríos le dice mientras lo besa:
-No te muevas de donde estas voy ha prepárate tu plato favorito, el mejor menudo que hayas comido jamás.
Toma un cuchillo grande y sale a pedir a sus vecinas le regalen todo lo que necesita. alineos, especias, maní, papas. Baja a las gradas junto al cementerio y afilar su cuchillo, luego se dirige a la tumba del recién fallecido.
Toda la noche María durmió feliz junto a Manuel,  a la madrugada lo despidió dándole de desayunar y sugiriéndole:
-mi amor si vienes rápido a la casa te daré lo que más te gusta para comer.
Y así paso, por varios días Manuel se dirigía a su casa ni bien terminaba su jornada, pero al llegar la media noche del primer domingo; Manuel se despertó con un desgarrador lamento que escucho en el cementerio, corrió a la puerta y miro una plateada neblina que lo cubría y que llegaba a su casa, atranco la puerta con la mesa y se metió en las cobijas, luego escucho otro lamento lastimero al tiempo que su puerta era destrozada, se arrojo debajo de la cama para mirar como un cadáver sujetaba a su esposa por las canillas y la arrastraba al cementerio mientras gritaba María Angula devuélveme mis tripas y mi puzún.
A Manuel le encontraron botando espuma por la boca y a María nunca mas la encontraron, solo hallaron las marcas de sus uñas por todo el camino al cementerio; a él le internaron en San Lázaro, el manicomio y allí contaba a todos lo que le paso con su mujer”.
Cuando mi abuela termina su relato casi hemos llegado al final del recorrido, muchos pasajeros la regresan a ver y luego se bajan presurosos del bus. Se pasaron de sus paradas solo para oír la leyenda de María Angula.

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