Amaneció lloviendo fuego, el cielo aún negro vomitaba ácido. Aturdido, golpeado, mareado emergía de una nube negra de humo y polvo, salía de entre lo escombros de lo que fue mi techo, mi casa. Mi esposa muerta, mis hijos muertos, mis perros hechos pedazos en el patio, mis vecinos ya no existían. Una chacra de sangre recorría el asfalto negro, vi como una llovizna de sangre que caía a la lejanía. Camine algunas cuadras, la "Plaza Grande" el "Palacio de Gobierno" eran ahora varios cráteres en la tierra, como una obra en construcción. Sumaban mis oídos, ya no oía, un anciano con una bandera negra. llevaba un cartel al cuello: "VEN LES ADVERTIMOS, TENÍAMOS RAZÓN". Descendí a la " Plaza del Teatro", una gran zanja producida por un avión caído, destrozó la parada del trolebús y varios metros de la calle Guayaquil. Entonces temblaron mis piernas, me desmorone, sentado en el lodo, lloraba tomado la cabeza entre mis manos, de a poco pude