El demonio es un ser invertebrado de movimientos rutilantes. Una caja de zapatos con pico triangular que se arrastra en mi cuarto, fluctuando en la brea. Salta y se golpea con sus propias manos de plástico, de pies de plátano y papas con salsa de maní y retazo de cerdo. Yo, que perentorio arrastro un ataúd, como todos que lo hacen felices, quice adornarlo. Conchas y corales, piñas de eucalipto, espinas de roza y de pez. Corazones y recuerdos, ramillete de trensas de cabello triguenio. Pero me di cuenta que el feretro no se mueve ni el venerado demonio vive. Nunca tube recuerdos de alegrias, los que se marcaron fueron absurectos castillos de dolor de muelas, devilidad de hierro corrompido y desamparo de ostion. Por eso talvez odio lo popular, lo bueno, lo aglutinante, por que el me odio primero. Hipocrita aceptacion de estravaganza manipulable. Sucio mar de negación, charco anormal, briza del alma colectiva donde se esconde el cobarde tras el triscal tatuado y un arete de tiesto vac
ECUADOR MILES DE AÑOS MILES DE LETRAS