Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de julio, 2017

Relato animalista

Historia 1 Amaru castelA Hace unos meses asistí a la clínica veterinaria de la universidad Central en Quito. Fui con mi hija y un gato que encontró atropellado en la calle. Fuimos a una clínica privada primero pero el costo del tratamiento era muy alto por lo que acudimos acá. En la sala de espera había unas 12 personas con sus mascotas, la espera transcurría normal hasta que ingreso un hombre, delgado, nervioso, algo ansioso. Con una perrita color crema, grande. Se sentó a la entrada y yo le expliqué cómo acceder a los turnos, se vino junto a mí y empezó su relato:   -Esta perrita es callejera, vive en un callejón ya mucho tiempo. Hace unos días que ya no venía a buscar me, a asaludarme cuando yo llegaba del trabajo. Fui a buscarla y la encontré en un rincón lleno de basura, no podía mover sus patas de atrás, con otros vecinos le hicimos una casita y le llevamos comida y agua pero hoy me di cuenta de que no habia comído y no tomaba el agua.    El hombre se conmueve, se quiebra,

A LA MUJER

La mujer que se marchita en sus cejas despeinadas dolor peregne, espalda y sus fundas de papas y pan. Amanece transportada suspendida a un tubo, se duerme al regresar aplastada en su quietud. Silencio grito de su infancia violencia enjuta sobre si lagrima seca de ventana, resignación, flagelo, porvenir. Explota al mundo con tu angustia, explota! no con feminismos ni derechos yo explotaré con tigo yo explotaré po ti. Amaru castelA.

nwrom4

Reprochame con tu voz sonora, dulcemente, reprochame  muy quedo, recostada en mi oído, con tus manos en mi pecho, reprochame, muerde mi oreja. Que cuando lleguen tus labios, mi boca, tu ira ya convertida en deseo, desborde el infierno en mi hastío, mi carne , mi alma, mis miedos y mis contradicciones. Has que entienda tu cadente movimiento mientras estrangulas mis piernas, has que entienda tus manos de arpía que desgarran sueños y te pediré perdón. Avergonzado por la tiranía de no saber tu anhelo  por no prever, por no oír el lamento leve de tu amor.