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Para Utero

El aire. cognición adecuada a la era,


lugtansa infima del ser


donde la suave calides de la arcilla


acogedora, vasija que acurruca chapoteando frente al horizonte tibio cortado por aves chillonas, resplandece y ya no es vital.


Agua en los pulmones, sangre en el ojo, que irridia, que fulgura la otra orilla a donde voy, de donde vengo.

Me cubre la melasa roja antes de nacer.


Estoy tan tibio, tan agusto en el Utero...

Amaru castelA.

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MALEVA

Iré llorando a la guaca con el luto en las manos iré como arcilla al río con mi corazón destrozado. Volveré a la turba añil volveré de verdes collados a ser el pájaro de abril que muere en cielos vedados. Seré tierra negra de páramo seré lucerna fría de invierno que al mar eterno reclamo tras la gris cortina del averno. Iré llorando a tus ojos una sola vez diré te amo y así nunca más llamaré tu nombre que se extravió.

DESENMASCARO

El Mundo efímero de tú sonrisa,  de tú voz;  sombra amarga y sin valor; menos,  sin amor. Alivio melifluo de muñeca de trapo, encallada en el olvidado basurero dónde él desfigurado mendigo encuentra su redención. Vacía, sin un sitio; pero presente, imperante y molesta como el trueno; pero imprescindible para seguir, para partir seguro de tener a dónde volver a ver. Ternura mojada, incipiente aburrimiento y simpleza insoportable ; que desmonta los montes en un grano de acaruela y pesa más que un jardín de aureolas de ángeles en el pedregal del infierno. Mía es la culpa de no reconocer lo que realmente quiero, mía es la culpa de no saber ser feliz ni entender la encomienda, de desfigurar tú sentir y destruir el tiempo. Lo siento, animal artero como yo no debe libremente mentir e invocar al sufrimiento. Lo siento. Amaru castelA. 

Las montañas

Las Montañas.  Cuando muera no me iré, me quedaré en las montañas donde tu mirada me busque,  en el ladrar de los perros,  en la cangagua,  en los ojos puros y sonrisas sin maldad. Busca mi alma si me extrañas,  allá lejos en las montañas,  por los caminos de lodo y las gradas de quebradas,  en cachorros con frío y en los niños del cerro.  Con los Apus me voy a quedar,  a oír sus leyendas y escuchar su sabiduría,  oliendo los eucaliptos y las ortigas  que nunca pude diferenciar. Caminaré con él caminante, impulsaré su bastón de palo y suavizaré su paso. Acumularé las penas para bajarlas al río  y llegaré donde dormida talvez en mi sueñes, talvez me recuerdes y cuidaré tu sueño. Amaru castelA.