Mira a Dios que se pasea
y se transforma en mujer,
entra bailando,
se posa en mis pies,
en el café con helado
y ron.
Mueve caderas, se hunta los senos y lengua
mientras baila un yaravi triste como son.
Mira a Dios, su cabello,
desierto ondulado al viento,
vientre sediento
y vulgar.
Como mueve y tiembla,
su boca levanta y me convierte en puerto de todos sus besos.
Se va como el vino,
convertido ,
viejo.
Y me deja ardiendo, en estos infiernos.
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