Gritos destemplados que marcan los tiempos de un vals, registros armónicos que desgarran el anochecer. La última luz del día, rayos azules, luego violetas, sobre las aplanadas piedras del jardín. Ursula es feliz, este crepúsculo es tan perfecto, es todo por lo que ella vivió, decididamente deja de respirar, muere. En el final perfecto de este cuadro oscuro. Tan sólo cerro los ojos, leve parpadeo; al abrirlos encontró un mundo de colores, diluyéndose, como agua, como fuego, como pintura que se riega, que salta. Ve acercarse a varios seres y en el centro a Dios. Acaricia la cabeza de Ursula con profunda pena, la lleva sobre algo cremoso en lo que él flota. En un gran agujero en forma de cono invertido, miles de animales miran hacia el centro, al vértice. Aquí todo está gris, como sí hubiesen sido bañados en ceniza. Y Dios a cada instante se transforma, cabeza de toro, al momento de ratón, otra hora de gusano; así va cambiando cada parte de su cuerpo sin ninguna relación ni orden.
ECUADOR MILES DE AÑOS MILES DE LETRAS