Recuerdo la tarde, la banca de piedra, la pequeña fuente de forma a cajonada, extraña, cuadrangular. Tus ojos, la conversación sobre Satre y Simone de Beauvoir. Solo tú entiendes cuando hablo de esos temas. Recuerdo la llovizna, la sombrilla negra. El sentimiento de pequeñez que me ha causado el filósofo frente a la feminista, lo mínimo que me ha parecido lo mínimo que yo me siento frente a ti. Al fin una mujer de tal inteligencia y belleza no se merece solo la libertad. Me imagino y presupuesto todo lo que puedo ofrecerte: Libertad, confianza, pasión, erotismo, tal vez una opinión no tan fatua y simplista de las cosas; pero sé lo que una hermosa y culta mujer desea. Es difícil explicar cuando lo perdí, ése componente de romanticismo y sensibilidad. El instinto de protección que antes tantas veces me funciono en el terreno de Casanova. Las transparencias surrealistas que prendía en las pupilas de tantos sueños subconscientes de doncellas que me oían. Pero lo perdí. Puedo describ
ECUADOR MILES DE AÑOS MILES DE LETRAS