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POEMR

El demonio es un ser invertebrado de movimientos rutilantes. Una caja de zapatos con pico triangular que se arrastra en mi cuarto, fluctuando en la brea. Salta y se golpea con sus propias manos de plástico, de pies de plátano y papas con salsa de maní y retazo de cerdo.

Yo, que perentorio arrastro un ataúd, como todos que lo hacen felices, quice adornarlo. Conchas y corales, piñas de eucalipto, espinas de roza y de pez. Corazones y recuerdos, ramillete de trensas de cabello triguenio. Pero me di cuenta que el feretro no se mueve ni el venerado demonio vive.

Nunca tube recuerdos de alegrias, los que se marcaron fueron absurectos castillos de dolor de muelas, devilidad de hierro corrompido y desamparo de ostion. Por eso talvez odio lo popular, lo bueno, lo aglutinante, por que el me odio primero. Hipocrita aceptacion de estravaganza manipulable. Sucio mar de negación, charco anormal, briza del alma colectiva donde se esconde el cobarde tras el triscal tatuado y un arete de tiesto vacio.

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Más que un escarmiento esto es una inhumación, un rosario de tragedias y ruegos que han podrido  tú alma.  Siento tus dientes fracturar mi mandíbula, la saliva sangiinea de una traquea triturada, falanges primates en mecánica involución, se esconden en conceptos la falacia de tú  amor, de tú necesidad baja de reproducir. Perpetro incontenible en las falditas, en las muñecas, en la ropa de escaparate que tú mismo me diste, por la que me sentencias, con la que ahogas mi vida mientras de lejos retimbran ecos de mi risa niña preparando la víctima para la expiación. Siento tú instinto fósil moverse sobre la tierra, entre mis viceras. Con codicia espeluznante, pala a pala con odio atormentado, con venganza por los besos, por los momentos irreales. Con tu amor en la boca pastosa y mortesina, con tus golpes, con tus insultos siento tu medio centímetro de poder aplastandome. La bulla lejana, el comentario morboso, escandalo y duda, mi nombre sin mí.  Siento la pena compartida, la culpa injusta,

MALEVA

Iré llorando a la guaca con el luto en las manos iré como arcilla al río con mi corazón destrozado. Volveré a la turba añil volveré de verdes collados a ser el pájaro de abril que muere en cielos vedados. Seré tierra negra de páramo seré lucerna fría de invierno que al mar eterno reclamo tras la gris cortina del averno. Iré llorando a tus ojos una sola vez diré te amo y así nunca más llamaré tu nombre que se extravió.

Las montañas

Las Montañas.  Cuando muera no me iré, me quedaré en las montañas donde tu mirada me busque,  en el ladrar de los perros,  en la cangagua,  en los ojos puros y sonrisas sin maldad. Busca mi alma si me extrañas,  allá lejos en las montañas,  por los caminos de lodo y las gradas de quebradas,  en cachorros con frío y en los niños del cerro.  Con los Apus me voy a quedar,  a oír sus leyendas y escuchar su sabiduría,  oliendo los eucaliptos y las ortigas  que nunca pude diferenciar. Caminaré con él caminante, impulsaré su bastón de palo y suavizaré su paso. Acumularé las penas para bajarlas al río  y llegaré donde dormida talvez en mi sueñes, talvez me recuerdes y cuidaré tu sueño. Amaru castelA.