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Universidad Central.

Decadentes recuerdos de pañuelos

rojos y viejos,

cajones de revolución. La muerte de dios entre tus labios, para ser más exacto en la facultad de filosofía, en la omnipotente escuela de exactas. Los faroles tiemblan, la pileta se oscurese, el asfalto brilla de miedo, con piedras y disparos, mientras los judas se retuercen. Nosotros en la terraza.


Interminable cortejo de gradas, entre cafés y cigarros. Humo en el pasillo y en las pizarras, ya de vidrio. Mi negra, las marchas, ser selecto y ser secreto. Una suca, una gata, los chapas, la internacional comunista, la diferencial, la derivada, la canción del che Guevara, sus ojos, sus miradas, su boca, sus senos, el amor, el deseo, pero sobre, sobre todo


el pueblo.

Miles de profesores abusivos que te disparan con su no saludo, misóginos, aburridos, que ni siquiera la clase preparan.

Mas mediocres en sus castillos, en las bancas y claro el sueño de la niña que no se casa aunque este embarazada.


Humo, mucho humo, de dos a seis meses, lacrimogia y consultas,

tareas no entregadas,


tú blusa de leopardo,  mejillas rosadas, ojos atrapados, tus jeans verdes, la terraza.


Miles de cafes en el bar de Comercio.  Tus besos, los besos, el karaoque y baile cada fin de semana,

la cervesa,  las huecas.

De todos un amigo, un body.

Aprender a ser humano, aprender a huir del vano

sistema que nos ha tocado.

El amor como fuerza y la bondad como suprema evolución de la inteligencia, el método científico, la dialéctica, mis hijas en las protestas, en el trabajo comunitario. Todas tú, a quienes tanto extraño. Los camaradas, los amigos,


parece todo ser de otro mundo.

Amaru castelA.


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