Aguita de toronjil en flor de jamaica, guayabita espumilla con miel de higos,
quién te ha dicho que los ángeles no pueden pecar?
Contonearce desde el cielo y
hasta el suelo, en una gota, perder las alas en un rosal. Revolcar el halo y rasgar su manto,
incendiar mis manos con tu piel. Secar mi alma sin otra esperanza que el sabor de tus labios y al pasar los años en desierto de ansias saber que das tus lacibas palabras a mi rival.
Aroma a canela de tarde en lluvia, tristeza gélida de niebla con pasas y nuez. Mi amada, mi antigua hada vendrás de nuevo, mi muza escarlata con guadaña y desnuda. Vendrás nuevamente y será la última vez.
Por eso lloro con lágrimas agrias, entre los recuerdos del ajonjoli, lloro en la planta del aji, entre la ruda y el toronjil. La noche de hierva luisa suavisa mi espera. Y un manto de eucalipto sofoca mi pena.
Amaru castelA.
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