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A una ex-esposa...
No importa, que aun no sea tarde,
ni la ausencia, de tu caduca inmortalidad,
culpa mía cociente, fue perderte,
destruir con mis manos lo que ame.
No fue tu falta de disciplina ni organización,
ni la confusa severidad de la moral vetusta,
el sopor rutinario de la maleva vida,
la honrada estupidez del cliché vulgar.
No fueron los pocos años sobre tí, ni lívida razón estética, ni agotada imaginación carnal,
destruí tu ensueño sabiéndolo 
al enamorarme de otro mirar.
Luego de otra, y otra, alguna vez me enamore de verdad. Lo sigo haciendo.
Cambió mi interés, mis sueños. El aire agobiante de la responsabilidad. Mi hastiada identidad de insignificante ser,  agobiado por mi propio ser. No solo te deje a ti. Todavía huyo de ese mal.
Verás que sigue mi tórrida amistad cuando te miro. Ya no te quiero ni por momentos soporto un recuerdo. Pero debes saberlo, por allí, muy dentro de donde me movía, que en realidad fallé yo, falte a todos mis juramentos, a mis sentimientos, a mi inteligencia. Yo fui quien se rindió.
Oirás que nada hay de que hablar, un jardín olvidado en un castillo perdedor. Solos dos mundos sin intersección sin pasado. Y tu debes decir adiós...

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Más que un escarmiento esto es una inhumación, un rosario de tragedias y ruegos que han podrido  tú alma.  Siento tus dientes fracturar mi mandíbula, la saliva sangiinea de una traquea triturada, falanges primates en mecánica involución, se esconden en conceptos la falacia de tú  amor, de tú necesidad baja de reproducir. Perpetro incontenible en las falditas, en las muñecas, en la ropa de escaparate que tú mismo me diste, por la que me sentencias, con la que ahogas mi vida mientras de lejos retimbran ecos de mi risa niña preparando la víctima para la expiación. Siento tú instinto fósil moverse sobre la tierra, entre mis viceras. Con codicia espeluznante, pala a pala con odio atormentado, con venganza por los besos, por los momentos irreales. Con tu amor en la boca pastosa y mortesina, con tus golpes, con tus insultos siento tu medio centímetro de poder aplastandome. La bulla lejana, el comentario morboso, escandalo y duda, mi nombre sin mí.  Siento la pena compartida, la culpa injusta,

MALEVA

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Las montañas

Las Montañas.  Cuando muera no me iré, me quedaré en las montañas donde tu mirada me busque,  en el ladrar de los perros,  en la cangagua,  en los ojos puros y sonrisas sin maldad. Busca mi alma si me extrañas,  allá lejos en las montañas,  por los caminos de lodo y las gradas de quebradas,  en cachorros con frío y en los niños del cerro.  Con los Apus me voy a quedar,  a oír sus leyendas y escuchar su sabiduría,  oliendo los eucaliptos y las ortigas  que nunca pude diferenciar. Caminaré con él caminante, impulsaré su bastón de palo y suavizaré su paso. Acumularé las penas para bajarlas al río  y llegaré donde dormida talvez en mi sueñes, talvez me recuerdes y cuidaré tu sueño. Amaru castelA.