El Gato de San Diego.
Se que corres por las flores
del cementerio de San Diego,
frecuentas muzas apagadas
en los estancos de la Caldas.
Entre nieves mistelas, ardes
emposada ente higos y sorsales,
derivas tus pasos a la escalinata
entre azucar y pan de alguna beata.
Rosales, pájaros y manantiales, sapos. Gatos, yo soy un gato.
Va rechinando una zarsuela
desde hace mil quinientos años.
Pobre jitanilla imprudente
perdió entre aplausos su tiempo
y entre abrazos su silencio
quedo dormido,
quedo en las ramas.
Una garúa, pozo traslucido y caña,
viento tristesa irreconocible,
innombrable, todos la recuerdan
al fondo de sus vasos
pero nadie nunca la nombra.
Milquinientos años la he visto,
maullidos espolonarios, soy un gato, no se por que nadie la escucha,
no se porque nadie la canta.
Sí tan solo la vieran, su tristeza, su condena. Talvez no lloveria sobre el viejo asfaltado.
Talvez las piedras de los estancos no se abrirían.
Talvez la vieja Caldas no penaría y las flores del cementerio no se marchitarían.
Amaru castelA.
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