Arebol encendido de equinos fluviales
y flores de sal,
una golondrina muere en el aliento cósmico
y una araña vuela entre una lágrima y otra.
Tus ojos me desprecian, tú parecer es otro.
La ira se culumpia, baja del tumbado que no pudimos sostener, filoso desdén desvía tú rostro ante los ademanes torpes por volverme a restituir.
En la veloz noche conozco el final, dormí ya en esa lápida y se que una garúa tortuosa limpiará el epitafio.
La fatalidad es una cobija fría viendo mi barca undida, las nubes vuelven a oscurecer el día.
Amaru castelA.
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