La ropa se seca al sol incandescente, el viento fluye en violenta paz, la hierba verde, el cielo azul, tranquilidad extrema aunque no haya que comer.
La ropa se seca bailando indiferente, un ensueño se posa en el jardín crecido y las mariposas iluminan la acuarela, la ropa se seca aunque no haya quien la vaya a recoger.
El tiempo, también colgado del alambre, espera, permite que esta tarde impere sobre cualquier otra
alteración.
Los pájaros cantan, entre juegos y aullidos los otros sobreviven, pero aquí en esta estancia ya nadie habla.
Llega la lluvia y la oscuridad, la ropa se moja y todos aquellos que aquí me miran siguen con hambre, con frío, con llanto, esperando que la ropa se seque
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