Poner en riesgo la vida
ya sin el deleite ni la fortuna,
solo miedo
y sentimiento aplastante de inseguridad,
de insignificancia.
Recibir la lección de humildad,
del camino desolado y escabroso, de un solo golpe, brutal, tajante,
como en la caída al abismo sin ninguna protección.
Todos caminan en furia feroz cacería,
todos fieras heridas y cobardes,
todos víctimas derrotadas y sin perdón.
Tarde absurda en la arisca, tiempo perdido
y muerto sin final,
sin objeto.
Camino sin certeza, arrastrando el dolor de mi corazón,
turbado por una nueva divinidad, distinta, aferente, que igual me odia, domina la marginalidad,
he olvidado el pasado ya mi mente en blanco no asimila mi posición.
El maniqueo de la realidad impulsa la huida, desparramada y peligrosa, pero no encuentro refugio a donde llegar.
Me rodean los extraños y por fin uno con sonrisa de hipócrita confianza se acerca a mendigar, como quien entra a la cueva del león herido, una extraña sonríe con sus curvas y acento, mi rostro se apaga, se disuelve.
Sigue la tarde sonsa envuelta en pastosa calma, sigue la tarde marcando el ritmo del tambor, batalla perdida sin escusa y llena de ensangrentados despojos.
Encuentro motivo para moverme, recuperó ansias y con las últimas fuerzas me voy.
La tarde no acaba de terminar y cuando llega la oscuridad a confortarme me arrastra otra corriente hacia el mismo mar.
Amaru castelA.
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