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DÍA DE DIFUNTOS

La tarde corre rosácea, toda la comunidad se encuentra ocupada en la celebración.
Llego el aya marcay killa.
La gran procesión sube y baja las gradas a través de quebradas y senderos de la cancha sagrada, pasa cerca de las chozas.
En andas, amarcada, la momia del jatum soberano recorre la comarca. Luego en la plaza mayor come y bebe con su pueblo.
Muchas otras momias menos nobles llegan para acompañarla, han recorrido vestidas con sus mejores galas cada hogar, cada patio, luego de ser desenterradas.
Las personas que las llevan beben sangre de llama, comen coladas de maíz morado con sangre de pichón. Es una gran fiesta volver a compartir con los difuntos familiares.
Han pasado algunos siglos, hoy la gente amarca unas muñecas de pan, en forma de pequeños difuntos amortajados. Beben una colada de mora y mortiño, morada, con piña y fresas.
Sobre las antiguas piedras de la calle, en una mesa de vieja madera, la figura de un hombre decrépito descansa, la colada morada que bebe esta compuesta de sangre verdadera. La guagua de pan contiene un alma atrapada que se retuerce a cada mordisco.
- Dónde has comprado esa guagua? Le pregunta un extraño niño vestido totalmente de negro.
- Allá en el mercado, en las mesas de la feria.
- Por qué no dejas que se vayan tranquilos? Replica el niño.
- Es mi tributo, déjame en paz.
El niño corre gritando "el polvo al polvo y la carne al hoyo, la sangre a la sangre y el muerto al hueco" muchos niños lo siguen y repiten su canción.
Las campanas del cementerio replican y miles de guaguas de pan esconden las voces de los infortunados a quienes nadie recuerda, en toda la ciudad varios seres extraños sazonan su colada morada con sangre real. Luego toman el camino de antaño, recorren la ciudad por donde procesiones religiosas suplantaron el ancestral ritual, van cargando las almas que no podrán descansar, cada uno lleva un relicario, lo deposita en el cementerio, lo volverá a utilizar el próximo año.
Pasan los días y ya nadie festeja, aquellos upiros andinos caminan solos, escondidos en sus refugios decadentes se conforman con beber solos sus coladas sangrantes y comer sus guaguas rellenas de vidas perdidas.
Amaru castelA.

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