INTRODUCCIÓN.- Desde el momento en que nos conquistaron, todos los lugares sagrados fueron proselitizados, ocultos bajo templos cristianos que acumularían las bendiciones de nuestra tierra. En la frenética neurosis de ocultar todo lo indio por ser vergonzoso, los descendientes españoles maquillaron nuestra ciudad. Solo algunos vestigios nos hablan de nuestra verdadera riqueza y espiritualidad.
LEYENDA.-
Una tarde de bohemia decidí ir a buscar una historia interesante, llegue al “Piedrazo”, una antigua cantina del barrio “La Tola”. Entre todas las anécdotas que se contaban sobresalió la de un humilde jornalero, había ocurrido hace pocos días:
Ingresó a trabajar en una cuadrilla que debía arreglar la calle Benalcazar, pero por lo denso del tráfico lo harían en la noche.
Iniciaron en la intercesión con la calle Manabí pero al llegar la media noche un grito estremecedor en la cima de la cuesta paralizo a todos. Una mujer desnuda apareció gritando y a la carrera descendió en medio de los albañiles. Todos desertaron ese momento y ocurrió lo mismo las tres siguientes noches, el proyecto fue abandonado.
Por eso la cuesta que va a San Juan sigue con su empedrado estropeado y viejo.
Luego de asimilar y analizar la historia arme una expedición con dos amigos míos y un yachak.
En la primera luna nos ubicamos en la Benalcazar y Manabí, colocamos dos cámaras de video mientras el maestro tocaba un tambor. No ocurrió nada hasta que adormecidos veíamos salir al sol, de repente una mujer indígena bajo corriendo la cuesta, estaba desnuda y gritaba con gran desesperación. Desapareció al llegar frente a nosotros. No hubo de ella ningún registro en las cámaras de video.
A petición del maestro regresamos la siguiente noche pero ya sin equipo, en su lugar llevábamos hiervas, agua y maderas aromatizantes. Esta vez justo a la media noche apareció la mujer, descendió la cuesta con gran apuro y dolor, halaba sus cabellos a la vez que emitía espeluznantes gritos, se acercaba a las puertas de las casas y hablaba en su propia lengua, al acercarse a nosotros algo nos decía, pudimos ver sus aretes y una diadema de plata. Luego siguió la calle y desapareció.
Volvimos una noche más, nos apostamos en la cima de la cuesta, en las gradas de la iglesia de San Juan Bautista. El Yachak nos explico que allí donde hoy existe un convento de monjas antes había una Acllahuasi y allí Vivian las ñustas “vírgenes de la luna”. Inicio el ritual con el tambor y sentados en circulo ella apareció entre nosotros. He aquí su historia:
Su nombre era Killari, apartada desde los trece años para servirle a la luna, preparaba los alimentos y en las fiestas adornaba el templo. Luego aprendió a ayudar en el observatorio de las estrellas, allí conoció a Kuri un orejón (noble) inca.
Al verlo su corazón se estremeció y él que siempre buscaba su compañía se enamoro. Durante cinco años pudieron reprimir su pasión pero un día que todo el pueblo se hallaba en “La cancha Sagrada”, hoy el centro histórico, el amor los venció.
Los antepasados no mienten y ellos no mintieron cuando empezó a crecer su barriga.
Fue encerrada y golpeada por varios días hasta que perdió el conocimiento, luego cuando despertó huyo y salió por este sendero, al darse cuenta de todo el tiempo perdido iba preguntando a todo aquel que cruzaba, allí se entero que su amado, sus padres y sus cinco hermanos pequeños fueron sepultados vivos para agrandar la pirámide del Yavirak (El Panecillo).
En las dos enormes columnas de piedra del Yavirak fue tallada su historia por que en ese lugar con el hacha de su amado, ella se inmolo.
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