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LA PROMESA


LA PROMESA

Por: Amaru Castela

Bañado de luz blanca su pálido rostro aparece y desaparece, los cambios de velocidad no inmutan la dispersa  mirada que  perdida en la ventana es la puerta de otros mundos.

El nudo en mi garganta es tan apretado que apenas un delgadísimo hilo de aire logra atravesarlo, me ahoga la saliva, se vuelve helada y un abismo inmenso se me abre en el estómago.

El bus casi llega a su destino, luego caminaremos unas cuantas cuadras hacia la casa.

En mi hombro su delicada cabeza recostada, su hermoso cabello negro huele a rozas.

Su suave rostro casi toca mi cuello mientras que su aliento enciende en mi pecho una hoguera que de a poco consume mi cuerpo.

En un pequeño movimiento suyo, ¡ya no resisto más!, aprieto con fuerza sus manos y digo:

-Ya no puedo solo, ¡ayúdame!  ¡Soy un alcohólico!

Ella se reincorpora, sus profundos ojos negros se clavan en lo más turbio de mi alma; los aclara. No me dice nada, pero me tranquiliza su mirada.

-Pepe Lucho  me llamó en la tarde  -    le respondo, cambiando la dirección de mis ojos:

-Dijo que estaba muy mal y que necesitaba que hoy este con él.

-Sí, pero no debes tomar licor para hablar con él ,        me dice con la dulzura de  hada, mientras acaricia suavemente mi mejilla.

Yo  con aire de solemnidad respondo:

-Mi amor, es que tú no entiendes, él no quiere hablar, él quiere beber con migo. Ya debe estar llegando al bar, muy pronto llamará. Es que cuando yo estuve mal, recuerdas cuando peleamos y me dejaste, bueno él estuvo cada vez con migo, cualquier día que lo llamaba.

- ¡No lo puedo dejar solo!

Con voz serena, responde mientras busca mis ojos:

 -pero tú me prometiste que no ibas a tomar nunca más.

-Si amor lo sé.   La miro asustado, luego de un silencio prosigo:

- sé que sí voy a ese bar no podré cumplir mi promesa.

Ella me abraza y ya no dice nada.

Llegamos a la parada, descendemos del bus e inicia la caminata última del día.

-Vamos, vamos a comer algo, dale.

-No-      me responde    - quedamos en que íbamos a ahorrar, ¿recuerdas?

- Si, solo esta vez, dale, ¿sí?

Tomo su mano y los dos avanzamos abrazados a una carpa improvisada en la esquina más oscura luego Iniciamos  el ascenso de la última cuesta, como cada día entre risas y recuerdos.

Ya en casa el timbre del teléfono celular rompe la armonía.

-No lo voy a contestar, lo apago.

Luego de unos minutos mi voz se impone al silencio:

-No, no es tan fácil.
-Cuando vaya a un bar y estén mis amigos querré beber, luego de tomar el primer vaso, el primer cigarro ya no podré parar como siempre, hasta la ebriedad.

-Mira amor -   ella  me interrumpe       - yo siempre estoy con mis amigas en bares y discotecas, ellas también toman mucho, a veces creo que más que si fuesen hombres, pero yo no bebo y la paso bien, mejor que ellas, aprendí a servir la cerveza y a manejar a borrachas. Vez ¿por qué no haces lo mismo que yo?-

-Amor, no es que no pueda decirles que no
- o dejar de ir
-cuando me siento en la mesa quiero beber y fumar,
-cuando llega el viernes en la tarde se apodera de mí el ansia de experimentar, de salir, de aventurar.
- Luego me dedico muchas horas a estar sentado embriagándome, hablando de lo mismo y con las mismas personas.

-No bebas; mejor no te vayas.

Ya al apagar la luz del dormitorio una sensación dulce nos atrapa, juntos contemplamos el techo como una noche estrellada de yeso.

Ella me abraza y al oído susurra:    - no te llama ya.

-No se cansaría de esperar-  . Y mi mente se aleja y le empiezo a contar:

Verás cuando yo estaba en la universidad, huf,   ¡ allí sí que se bebía¡  ¡ y casi todos los días¡ Bueno había un muchacho que era de otro curso, se llamaba Axel.
Él en primer año, consiguió un grupo de amigos muy divertidos y populares, varios de ellos tocaban la guitarra y como tomaban el horario de la mañana desde el medio día que terminaban clases se dedicaban a tomar; todos los días, pero los viernes y sábados era peor.

Sabes, dos de ese grupo ya murieron, el uno luego de un fin de semana, fue a comprar una cola a la tienda que está a dos cuadras de su casa, de regreso le dio un paro cardiaco y nadie lo pudo socorrer. El otro un domingo luego de beber fue a jugar futbol, ni la cruz roja ni el hospital lo pudieron salvar a parte del corazón tubo un paro respiratorio.

Ella escucha muy atenta, sus ojos muy grandes inquieren mas de mi confesión.

Una tarde que llegue atrasado,  las clases se habían suspendido, halle a Axel a la puerta de mi salón. Ponte unas chelas me dijo.

-Claro, respondí,
 -  vamos a la hueca.

Pedí tortillas y hornado, porque yo tenía mucha hambre; luego de comer la música respaldo la decisión de pedir dos cervezas.
EL bebió el primer vaso y de pronto empezó a hincharse, no te imaginas, como un globo. Yo pensaba que era una intoxicación por la carne de cerdo que comimos.
Debimos desatar los cordones de sus zapatos y desajustar la correa que cortaba su cintura, pero lo peor fue un anillo de acero que llevaba sangraba desapareciendo en su dedo.
Llego la cruz roja, luego un cerrajero de la mecánica de junto, corto en anillo con una inmensa pinza mientras  los paramédicos lo subieron a la ambulancia y se lo llevaron.
Ya en el hospital, los médicos que lo atendían  no decían  que le había ocurrido, él en una cama no se movía, parecía que todo le dolía.
Una enfermera que me miró fijamente me hizo una señal para que saliera del cuarto tras de ella.
-¿Usted es familiar?-           Me inquirió.

-   No, pero soy un compañero
 - ¿y qué le pasa? ¿Estará bien?

-  ¿Dígame el muchacho bebe mucho?-             Me volvió a preguntar.

-  Uhmmm, Si, como todos, un poco más.

- Debieron administrarle ARTABUS. El chico estuvo la semana pasada aquí, si debe ser eso.

-   ¿Qué? -              -¿Qué es eso?-

-es una pastilla que les dan a los alcohólicos, se las ponen en la comida por varios días y cuando quieren beber se dañan así.

-Nooo-       ,- ¿cómo dijo que se llama?-

-Artabus, dijo mientras se alejaba-.

Ya en la cama de Axel, le conté la conversación con la enfermera.

El me miro triste y desengañado
-¡con razón, me pedían que repitiera dos o tres veces los platos, y hacían mis platillos favoritos todos los días¡-           -  ¡ malditos¡-            , -por eso me trataban tan bien todos estos días.

Como Axel bebía demasiado y se estaba convirtiendo en un borracho irresponsable, sus hermanos y su madre realizaron el complot, le habían dado la pastilla de artabus por dos meses, el nunca lo supo ya que la ponían en sus comida, lo habían mimado y consentido todo ese tiempo para que no se diera cuenta.

Estos dos meses él fue suspendido de la universidad por un problema de conducta, por lo que no bebió y como lo trataban tan bien en la casa ya ni salía. Pero hace dos viernes fue al eclipse, un bar muy concurrido por sus amigos de universidad.

Como siempre, saludo con todos los acompañantes de una gran mesa, risas, bromas, la música a todo volumen, muchas chicas y miradas coquetas. De pronto el primer vaso de cerveza y la guerra nuclear se desato en su estómago, no hizo caso, ya pasará pensó é; el segundo vaso y la conflagración mundial pudo ser oída por los que estaban junto. Salió corriendo empujando y atropellando a todos los que se encontraban en su camino al baño, parecía un torbellino, pero no llego. Hasta abrir la puerta sintió como una cascada inmunda salía de sus intestinos. Sudando y presuroso se encerró en el baño pero solo para ocultarse, ya no había nada más que hacer, ya hizo todo en su pantalón, luego esa guerra interna que sentía se reactivó varias veces, pero ya estaba en el lugar indicado.

Luego de varias horas, sus amigos más cercanos y el dueño del bar pudieron socorrerlo y cambiar toda su ropa para salvar un poco de su dignidad ante la abultada concurrencia del día.

Existe un dicho universitario que reza: Beber y fumar mata, pero el estudiante universitario no le teme a la muerte. Por eso sería que al siguiente viernes Axel volvió a intentarlo. Claro en un bar muy lejano al anterior.

A estas alturas, la risa y carcajadas son insostenibles, ella se dobla y se sujeta las rodillas.

-No te rías, esto es muy serio-        le digo

- Pudo haber muerto- 
  -a mí me dio mucho miedo cuando supe todo esto.

Para el segundo viernes, se aseguró de sentirse bien antes de ir al bar, llevaba una mochila con mucho papel higiénico y otra ropa, para cambiarse. Además había ingerido dos píldoras de complejo B.
El primer vaso; no pasa nada, otro; no pasa nada, bien.
Un cigarro, oh oh no.
El momento de exhalar el humo empezó a hincharse y llenarse de gases, el sudor frio de su rostro caía al suelo por el fuerte temblor que sufría, se levantó despacito, con miedo, de pronto emprendió la carrera, nadie lo interrumpió pero esta vez si llego a tiempo al baño. El problema fue el tiempo que estuvo allí, nadie más pudo ocupar el baño del bar esa noche.

Ya al amanecer del día siguiente apareció tras la puerta,  pálido como una hoja de papel, su rostro demostraba haber sufrido mucho dolor y hasta parecía más delgado.

-Llamen a un hospital  por favor,   dijo antes de desmayarce.

La risa llego a su clímax,    -ya no soporto, ya no soporto-        gritaba entre carcajadas.

-Oye esto es serio, yo averigüe luego y si se hubiera empecinado en beber habría muerto-

-¿Pero cómo?    No vez que no iba a poder, solo que bebería  en el baño-     , ja ja ja jaaa.

Cuando esa cosa entra en tu organismo tardas un año en eliminarla.

-Que perfecto-                    grito entre risotadas.

-¿Qué?-     Replique,            -¿serias capaz de ponerme eso?

-Peroooo claro, claro que si-    jaaa ja j aja

-¿Y si solo tomo una cerveza por sed con un amigo?

-Qué pena-       dijo ella

-¿Y si en una cena formal bebo una copa de vino? -

Qué pena -           volvió a responder,              -mira amor tú lo sabrías y te cuidarías, pero ya no podrías beber-

-Estás loca-  le dije enojado mientras ella me abrazaba.

Dulce mente me afianza a sus brazos y me aprieta a la cama, recostada en mi pecho inicia el sueño y yo me digo:
- hoy mi promesa se salvó mientras mis palabras se disuelven en el reino de Morfeo.


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