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Relato animalista

Historia 1

Amaru castelA

Hace unos meses asistí a la clínica veterinaria de la universidad Central en Quito. Fui con mi hija y un gato que encontró atropellado en la calle. Fuimos a una clínica privada primero pero el costo del tratamiento era muy alto por lo que acudimos acá. En la sala de espera había unas 12 personas con sus mascotas, la espera transcurría normal hasta que ingreso un hombre, delgado, nervioso, algo ansioso. Con una perrita color crema, grande. Se sentó a la entrada y yo le expliqué cómo acceder a los turnos, se vino junto a mí y empezó su relato:

 

-Esta perrita es callejera, vive en un callejón ya mucho tiempo. Hace unos días que ya no venía a buscar me, a asaludarme cuando yo llegaba del trabajo. Fui a buscarla y la encontré en un rincón lleno de basura, no podía mover sus patas de atrás, con otros vecinos le hicimos una casita y le llevamos comida y agua pero hoy me di cuenta de que no habia comído y no tomaba el agua.

 

 El hombre se conmueve, se quiebra, queda en silencio un momento y toma aire, me mira fijamente y me dice con un rebozo de fuerza y coraje:

- yo la traje, busqué en muchas partes pero me dicen que aquí me pueden ayudar.

 

 La señorita veterinaria qué atendía la ventanilla lo escuchó y lo hizo pasar a la atención ese momento, luego de un cuarto de hora salió la veterinaria, pálida, sujetaba los hombros del señor quien lloraba y llevaba su perrita rescatada en una funda plástica roja.

Se escucho el sollozo del llanto en la sala de espera, mi hija lloraba, otras señoras lloraban, el hombre lloraba. Se sentó junto a mí y me dijo mirando la funda roja:

- yo quise salvarla pero no tengo $400 para operarla y me dijeron que sufría mucho.

 Se puso de pie y salió mientras decía:

- voy a llevarle a mi casa a enterrarla y ahora en adelante si veo un perro en la calle me preocuparé más.

 

 Esta  histria es real, está grabada en mi, me conmovió tanto ese día qué vi llevar a un hombre en una funda de basura roja su perrita rescatada y un pedazo de su alma. El gato que recogio mi hija se salvo, cuando estuvo bien, a los cinco días se fue de la casa.

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