Su terno percudido, acartonado. Luce horrendo y hace juego con las personas que llegan a su ventanilla.
Pasan en columna las horas, los soles, las lluvias, entre formularios y teclas. Entre nombres y números de cédula. Un sello sin tinta marca el compás de su película.
Cada tarde, al alba, sale de su oscuridad, contando centavos para reunir un vino, una cerveza o simplemente un café.
En su habitual mesa, libera la mente y acomoda una colección de notitas amarillas, moradas, blancas; que surgieron al apuro durante el día. Son muchas más, cuando ya no tiene dinero para almorzar.
Llega a su cama radiante, feliz, consumado; cuando ha logrado un poema, un cuento o un escrito que lo conmueva.
Esta es su vida, saciar la terrible urgencia por escribir, parece que siempre fue así. Cinco años de lo mismo han destruido su recuerdo, su pasado.
Todos saben que él viene de otro lugar, un estado constante de inspiración, el cual le cuesta cada vez mas dejar.
Todos lo saben y lo disimulan.
Cada vez es más difícil continuar haciendo los tramites, asentar los pies, desinflar la cabeza. Se siente descansado cuando llega al bar, su terno reluce y sus palabras se gentilizan, es un artista en el antro mundano de los dioses.
EL INICIO
El único recuerdo que permanece, una mañana de verano, olor a cocina, añorable, mantel a cuadros rojo blanco, una balada en francés y en el aire, ensartando en primoroso hilo de sentimiento casto, las palabras más dulces y excelsas. Sentimiento que no conoce pero que lo consume, su madre aconsejando amorosamente mientras él se hunde en el embeleso de miles de hojas arrugadas en el cesto; hasta que por fin dos estrofas, métrica perfecta, verso asonante y melodioso, bello, muy bello, su poema.
Toda la sensibilidad y el postre se esconden al llegar el almuerzo, su padre y hermanos burlándose de los débiles, criticando las noticias con banal ignorancia, hablando de futbol, todo es futbol, futbol que tanto ha odiado y al que religiosamente le obligan los domingos, a perder el tiempo, aburrirse y guiar de vuelta a los ebrios.
Un túnel oscuro en su imaginación le permite más recuerdos, la escuela, el colegio, no fueron tan malos, su corpulencia y estatura le pusieron como depredador en la pirámide del pleito, aprendió pronto las ventajas que dejan los libros, audacia, valor, experiencia y el poder del conocimiento.
EL MEDIO
Queriendo ser artista, escritor y poeta, no halló forma para superar los muros de la contabilidad. La subsistencia.
Se enamoraba mucho y cada vez lo perdía todo, interpretaba la historia más romántica de la tragedia más cruel.
Paso por varios empleos, todos sin importancia para él. El mundo, la familia, los gastos. Fueron cercenando sus sueños, los oía cada noche, llorando en sus féretros junto a su cama.
Pero la necesidad del papel, del esfero, la tinta y la máquina de escribir. Consumían su cuerpo, regresaban al abrir los ojos y se filtraban diseccionandolo todo.
Repasaba una idea sin distraerse en otro pensamiento, la iba repitiendo hasta poder plasmarla y ahí empezó la gente a verlo raro.
Cada vez menos conversaciones, cada vez menos amistades.
Rompía un entretenido y soez coloquio con su explicación histórica y filosófica, ya lo marginaban.
Aburrido y decepcionado perdía fácilmente el interés en sus esposas, amantes, novias, amigos y amigas, en la gente.
EL FIN
Una calurosa y maloliente mañana, su oficina repleta presentaba una fila de varias curvas frente a su ventanilla, encrespados personajes gritando reclamaban ¡un jefe¡ ¡un supervisor¡ mientras él de espaldas escribía y repasaba sus palabras.
Gritabanle varios supervisores, a los cuales no contestaba ni con su mirada.
-¿Compañero, que le pasa? Le pregunto uno fingiendo interés.
-¿está enfermo?
Él solo repasaba unas palabras, todos hicieron silencio a la orden del jefe y lo escucharon mientras miraba las lámparas fluorescentes, la luz blanca.
-Las luciérnagas.
-¿Pueden ver las luciérnagas?
-Las luciérnagas cantan, se juntan y bailan.
-Han formado una sonrisa, una flor.
-¡Han formado la luna¡
Se desplomó. Hoy día se levanta en su cuarto, le permiten usar un viejo traje que un enfermero le regalo, va al patio, escribe en notas de papel, hace que los otros internos hagan cola delante de su silla. Sale tarde a la cafetería y charla, con gente imaginaria, relata sus cuentos, recita sus poemas. Pero indiferentemente en la noche canta el secreto de las luciérnagas que formaron la luna.
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