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Yo soy quien mira sin ojos
desde la oscuridad
y niego el canto de los niños,
sus juegos silentes.
Sentado en la oscuridad retuerzo mis huesos mientras lamento la vida y anhelo un futuro.
Solo musito jadeante, afónico siseo que le escuché a una culebra en los colmillos de mi gata. Letanía eterna que llena los huecos, la angustia, agonía, última estancia del tiempo.
Escucho constante sus voces, sus risas, chillidos desgarran tes y pletóricos de otro mundo, al cual fui negado.
Desde mi banco de posición degenerada, solo la oscuridad me alivia, acaricia el goteo insignificante de mi baba. Me hiere mortal y suspende el suplicio por momentos.
Dolor y odio. El adulo atinado de criaturas rastreras. Anhelo un futuro. En un mundo que desprecio y me hiere.

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FEMINICIDIO

Más que un escarmiento esto es una inhumación, un rosario de tragedias y ruegos que han podrido  tú alma.  Siento tus dientes fracturar mi mandíbula, la saliva sangiinea de una traquea triturada, falanges primates en mecánica involución, se esconden en conceptos la falacia de tú  amor, de tú necesidad baja de reproducir. Perpetro incontenible en las falditas, en las muñecas, en la ropa de escaparate que tú mismo me diste, por la que me sentencias, con la que ahogas mi vida mientras de lejos retimbran ecos de mi risa niña preparando la víctima para la expiación. Siento tú instinto fósil moverse sobre la tierra, entre mis viceras. Con codicia espeluznante, pala a pala con odio atormentado, con venganza por los besos, por los momentos irreales. Con tu amor en la boca pastosa y mortesina, con tus golpes, con tus insultos siento tu medio centímetro de poder aplastandome. La bulla lejana, el comentario morboso, escandalo y duda, mi nombre sin mí.  Siento la pena compartida, la culpa injusta,

MALEVA

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Las montañas

Las Montañas.  Cuando muera no me iré, me quedaré en las montañas donde tu mirada me busque,  en el ladrar de los perros,  en la cangagua,  en los ojos puros y sonrisas sin maldad. Busca mi alma si me extrañas,  allá lejos en las montañas,  por los caminos de lodo y las gradas de quebradas,  en cachorros con frío y en los niños del cerro.  Con los Apus me voy a quedar,  a oír sus leyendas y escuchar su sabiduría,  oliendo los eucaliptos y las ortigas  que nunca pude diferenciar. Caminaré con él caminante, impulsaré su bastón de palo y suavizaré su paso. Acumularé las penas para bajarlas al río  y llegaré donde dormida talvez en mi sueñes, talvez me recuerdes y cuidaré tu sueño. Amaru castelA.