Yo soy quien mira sin ojos
desde la oscuridad
y niego el canto de los niños,
sus juegos silentes.
Sentado en la oscuridad retuerzo mis huesos mientras lamento la vida y anhelo un futuro.
Solo musito jadeante, afónico siseo que le escuché a una culebra en los colmillos de mi gata. Letanía eterna que llena los huecos, la angustia, agonía, última estancia del tiempo.
Escucho constante sus voces, sus risas, chillidos desgarran tes y pletóricos de otro mundo, al cual fui negado.
Desde mi banco de posición degenerada, solo la oscuridad me alivia, acaricia el goteo insignificante de mi baba. Me hiere mortal y suspende el suplicio por momentos.
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