Cuento de Horror
De Amaru castelA.
Aquel paseo mañanero lo llevo al parque central, era aun temprano por lo que solo se encontraban la Sra. Benis y su bebe en coche, La dulce señora estaba en un juego infantil, sentada con su ajustado pantalón en los tubos de colores, sus senos inflados y voluptuosos también, casi explotaban la pequeña blusa cuyos botones no atinaban ya como sostenerlos.
- Hola, Nelson, no seas tímido acércate a saludarme.
- Buenos días, señora Benis.
- Ven juega con nosotras, y dime Betty.
El cuerpo de la pequeña mujer saltó del juego infantil giratorio y llevo a Nelson hacia la escalera china.
- Anda súbete, ¿qué tal eres para este juego? Yo era muy buena.
Sin palabra alguna el niño Nelson sube la escalera vertical de un extremo mientras no pierde con su mirada a Betty subir en la otra escalera vertical al extremo contrario.
Los dos colgados con las manos de la escalera horizontal, siguen avanzando hasta encontrarse frente a frente, el esfuerzo de Betty hace que jadee.
- Vamos Nelson, chángame con las piernas, debes tratar de tirarme.
El niño lo hace, pero ella se defiende con sus piernas, con el movimiento de su cadera, de su dorso. Al final termina apresando el pequeño cuerpo entre sus gruesas piernas y empieza a moverse mas fuerte, intenta hacer que él se suelte de la escalera, mientras Nelson queda atrapado entre las robustas piernas y enormes senos de la dama. Por fin cede, cae el niño y ella lo suelta con un desahogo que la estremece.
Nelson es el hijo adoptivo de un cura, vive con su padre, en una vieja y destruida casa parroquial de la iglesia del pueblo, junto a un cementerio abandonado. El niño, con la mente en Betty desde la mañana, se da cuenta que, al tratar de alcanzar el cerrojo de una ventana, con el cuerpo colgado y solo sosteniéndose con sus antebrazos sobre el borde de la ventana, que al frotarse contra el muro siente el mismo placer que sintió con Betty en la escalera china. Un remolino de sensaciones lo obliga a frotarse cada vez más rápido y ejercer mas fuerza sobre sus codos. El recuerdo de Betty luego va pasando, pero el sigue colgándose de la ventana con más frecuencia.
Siente culpa. Lo hace alejado en un viejo muro del cementerio, a veces muy tarde ya oscureciendo, en las lapidas sucias y viejas de mármol. Se masturba y cada vez el placer es mayor.
Una noche que sus cortinas fueron llevadas a lavar, en la noche se masturbaba en el muro de su ventana cuando aparece tras el cristal un ave de unos 40 cm. Es gorda y sus piernas son muy curvas como las de Betty. La deja entrar al cuarto, enseguida el ave se voltea y topa con su enorme y redondo culo el pene erecto bajo el pantalón. El ano del ave hace movimientos succión antes al glande del pene. Mientras con el pico hace provocantes chillidos y gemidos, que le recuerdan lo jadeos y desahogos de Betty.
El niño se baja el pantalón y la penetra. El éxtasis es incontenible. Los gemidos son imposibles de superar. Las piernas del ave crecen y se hacen más gruesas. Las alas extendidas a los lados le sirven al niño para controlar el cuerpo y el ritmo de penetración tomando las como manubrio de bicicleta. El pecho del ave se infla, aparecen dos senos redondos y macizos con pezones, dos senos de mujer, de Betty, desnudos, sin plumas; que los agarra y retuerce con el impulso del sexo y placer. Apenas termina el ave sale a la ventana y se va volando.
Durante cada noche el ritual de Sade es recreado y toman formas nuevas e inimaginables la pasión y vigor. Cada vez diferente. Mientras eyacula Nelson siente la necesidad también de gritar, de hacerle saber lo rico que es, de hablarle, empieza a mimarla, a insultarla y así mientras le gritaba - mi amor, - puta, - sucia. Surgió el nombre del ave.
Una noche entra Susi. El nombre q se le dio y con su pico hecho boca, roja, redonda, gruesa, se abalanza y saca del pantalón y calzones el pene apenas endurecido y lo chupa y succiona hasta recibir su néctar. Otras veces con el mismo pico besa todo el contorno lateral del chico, el cuello ,la nuca, la boca; hasta hacerle estremecer de placer.
El chico ha crecido, es un puerto y el ave también ha cambiado. Ahora Susi tiene cabello largo, rojizo, ondulado y sus senos permanecen erguidos y son de mujer todo el tiempo. Ha crecido al tamaño del muchacho y sus piernas son hermosas y lujuriosas. Su cadera es cada vez más perfecta y su caminar logra provocar tanto a su amante que cada vez, no resiste y se lanza a cogerla.
Una noche luego del coito formidable, antes de irse el ave; parada en la ventana deja caer dentro del cuarto un huevo. El huevo es normal, como el de una gallina y cada noche deja un nuevo huevo.
Nuestro muchacho Nelson descubrió que el huevo es normal durante la noche, pero al amanecer, al darle el sol, crece en gran proporción y dentro aparece un feto humano o un feto de un ave-humana.
Por más que quiere y por más miedo que siente, Nelson no puede dejar de copular con Susi y ya no tiene donde esconder tantos huevos y cadáveres.
Luego Nelson tuvo novia y novias, con el tiempo, pero su furor lo desaforaba con Susi. Se casó y paso exactamente lo mismo. Salía de su lecho nupcial a un viejo mausoleo del cementerio a verse y calmar a Susi que igual crecía y maduraba como él.
Nelson tuvo su primera hija y al llegar del hospital con su mujer y la bebé, Susi paso en la ventana mirando la recién nacida fijamente toda la tarde. Luego fue con Nelson al cementerio y al irse vio desde la ventana como él rompía el huevo para batirlo. Su rostro más cercano al de mujer que al de ave se llenó de lágrimas y de rabia. Voló al cuarto de la niña y con sus garras trataba de romper el cristal de la ventana y entrar. Nelson la ahuyento con una escopeta.
La noche siguiente regreso como si nada, fue tierna y sumisa, pero su mirada era diferente. Cuando la niña cumplía 11 años la encontraron muerta, cayó del tejado y estaba desgarrada el vientre.
Nelson prometió a Susi no destruir sus huevos. Ya no traían nada dentro luego de este suceso, pero eran de distintos tamaños. Cuando Susi ponía huevos grandes y vistosos Nelson se sentía satisfecho, pero si ponía pequeños y blandengues, entraba en una demente frustración. Cada noche continuaba su lucha erótica, cada noche ella sedia y el la fornicaba. Hasta que una noche ella no se dio.
Voló indiferente desde la ventana y fue a posarse en otra casa.
Luego de la desesperación y ansiedad que sufrió ella regresó. Ahora los huevos son más pequeños, más delgados, más frágiles, más secos, los últimos parecen unas pasas grandes. Él se entrega con desesperación en el acto, con todo su sudor con toda su fuerza, con todos sus músculos.
Una madrugada regreso a la vieja casa parroquial donde vivió con su cura adoptador. El padre se colgó ahí hace algunos años, al descubrir a Nelson y Susi. En la misma viga con la misma soga Nelson pone fin a su impotencia con el recuerdo vivas de una mañana en el parque infantil, donde
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